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APERITIVOS
Para ir abriendo boca
sábado, 22 de diciembre de 2012
sábado, 1 de diciembre de 2012
APERITIVO IV
"Un último favor"
A media tarde,
los tres hombres ya tenían todo preparado para marchar, cuando acabara de caer
el sol, hacia la capital del reino. Vivían en una especie de cuartel
-habilitado para ello-, pues conformaban la seguridad de la aldea y carecían de
casa propia. Todos los guardias del reino eran elegidos, distribuidos y
capitaneados por su Majestad el Rey, dependiendo únicamente de él y de sus
órdenes. Ningún poblado tenía derecho a elegir a sus protectores, algo que,
como era de esperar, ocasionaba más de un incómodo altercado e, incluso,
llegaba a incendiar de rabia los corazones más rencorosos. Pero estos tres
guardias se habían sentido realmente afortunados al haber sido destinados a una
aldea tan pacífica como aquella era, donde sólo las peleas esporádicas y
algunos hurtos pequeños solían marcar el común de los días.
Sin
embargo, algo extraño comenzaba a agitar con mayor impaciencia el sosiego de
los aldeanos: algunos vecinos habían desaparecido recientemente, e incluso el
cadáver de un mensajero había sido hallado a la entrada de la aldea. Pero la
orden para los guardias no dejaba margen a interpretación: en cuanto se
ocultara el sol, habrían de ponerse en marcha sin demora, por mandato
irrevocable del rey, abandonando cualquier cometido que les ocupara.
A pesar de todo, el líder de la
aldea no era de la misma opinión y se personó en el cuartel para tratar de
retrasar el cumplimiento de la orden real un día más.
-No podéis dejarnos indefensos
ahora, al menos no hoy –hablaba así el cabeza de poblado al jefe de los tres,
mientras éste aseguraba que les era imposible esperar-. Necesito que al alba de
mañana me acompañéis a la cabaña de las afueras; algo me dice que ese hombre ha
tenido que ver de algún modo tanto en la muerte del mensajero como en las
desapariciones de hoy. ¿De verdad vais a abandonarnos a nuestra suerte ahora
que mi aldea debe enfrentarse a una verdadera amenaza?
Bien era cierto que el destino
es caprichoso y la casualidad había hecho que ese día, precisamente el del
repliegue de filas reales, hubiera estado delimitado por los primeros problemas
potencialmente peligrosos a los que el poblado tendría que hacer frente; tan
cierto como que la desobediencia a los mandatos del rey no era una opción.
Parecía no caber posibilidad de acuerdo.
El líder calló un instante para
pensar, ante la rotunda negativa del guardia. Quizá sería mejor adelantar la
visita a aquella misma noche: aunque nadie en su sano juicio querría acercarse
a aquella cabaña en la oscuridad, la situación no daba tregua para esperar a
que los guardias regresaran, y podría ser peligroso acudir sin escolta.
Así
pues, se dio maña para convencerles de retrasar tan sólo unas horas su partida,
logrando así que accedieran a su petición. No obstante, no todo fue mérito del
líder, pues buena intriga sentían los guardias hacia los recientes acontecimientos.
Además, siempre habían querido hablar directamente con la temible bestia de Sherall.
KHEIDERON
ENERO 2013
viernes, 9 de noviembre de 2012
APERITIVO III
"Una misión peligrosa"
Ambos, esposo y
esposa, dormían plácidamente en la cama, sin poder percatarse de que alguien
acababa de entrar en su casa: ni un sólo ruido hizo el intruso mientras se acercaba
desde la puerta a la tranquila estancia del matrimonio. Llegó incluso a alcanzar
el mismo lecho conyugal, por el lado de la mujer, que sólo entonces comprendió
lo que ese sexto sentido innato en todos los seres vivos pretendía decirle:
había alguien justo a su lado. El susto al despertar fue digno de aspavientos,
pero no gritó.
-Tranquila, madre –susurró su
hijo al verla despierta.
Aunque
no toda la prole de la pareja vivía con ellos, sino los más pequeños, algunos
solían visitar con asidua costumbre la casa de sus padres. Conformaban una
familia de lazos fuertes, capaces de afrontar los complicados acontecimientos
con que la mala fortuna había decidido marcarles, por lo que sólo en aquella casa
sentían esa especial seguridad inhallable en otro lugar. Pero en cualquier caso,
nada justificaba las maneras del hijo, a quien más le valía contar con una
buena razón para introducirse a hurtadillas en la casa, máxime a aquellas horas
que ya rozaban el alba. Decidido, pues, a dar las explicaciones pertinentes, el
joven se hizo acompañar por su madre hasta el humilde comedor. Su padre,
mientras, continuó durmiendo todo lo profundamente de que era capaz -y era
capaz de mucho-. Según
expondría de inmediato, el joven habría de marcharse en pocos
minutos a una misión que le turbaba en exceso, y las dudas acerca de ello le
habían estado torturando toda la noche, hasta decidir acudir a su consejo; no la
habría molestado de no ser necesario.
-¿Por qué esta vez es diferente
a las demás, hijo? –inquiría la buena mujer tras una explicación en la que su
vástago, aunque sin voluntad de contarle los entresijos de la misión, le
aseguraba que ésta podía ser una buena oportunidad para ellos.
-Podría encontrarla por fin…
-respondió pasados unos segundos de incertidumbre-. O eso cree mi señor.
La madre sintió encoger su
corazón y tragó con esfuerzo el nudo que se le acababa de formar en la
garganta. No quiso hablar.
-No será fácil y nada nos
garantiza que la volvamos a ver, pero…
-¿Corres algún peligro? –pudo
preguntar la mujer con miedo a la respuesta. El muchacho lo negó, más por
consolar a su madre que por decir la verdad-. Pues si hay una mínima
oportunidad de encontrarla… -fueron sus ojos, que no su voz, los que
terminarían de pronunciar aquella frase.
El
hijo comprendió entonces que no sacaría nada en claro de la visita, pues no
haría más que preocupar a los suyos con la verdad. Pero no podría haber
iniciado su empresa sin el conocimiento de su familia: necesitaba que lo
supieran, aunque tuviera prohibido compartir los detalles.
-Pase lo que pase, esta misma
noche vendré a veros –prometía el muchacho antes de marcharse y dejar a una
madre esperanzada, temerosa y con el alma en vilo; observando impaciente cómo
la aldea comenzaba ya a despertar.
KHEIDERON
ENERO 2013
viernes, 19 de octubre de 2012
APERITIVO II
"Juego de niños"
Un alarido resonó en el bosque.
A través de sus espesas galerías arborescentes, un niño corría sin descanso procurando
no tropezar. Debía llegar lo antes posible al lugar desde donde su amiga
profería los sobrecogedores gritos que escuchaba, indicativo claro de que se
encontraba en problemas.
Los
dos niños –ella y él- solían pasar largos ratos inventando juegos e imaginando
aventuras. En su aldea no es que hubiera muchos más niños, la verdad; pero en
la infancia pocos son los reparos y muchas las razones por las que jugar con
otros niños, por pocos que éstos sean. Sin embargo aquello, en aquel momento, quedaba
lejos de ser divertido: durante una de sus emocionantes contiendas fantásticas,
él la había perdido de vista unos segundos, despiste que ella había aprovechado
para huir y esconderse, con el fin de dar un buen susto a su compañero. El
chico la conocía bien, no era la primera vez que uno se mofaba del otro
“desapareciendo” y esperando el rescate, yendo a parar cada vez a sitios de más
difícil acceso. Pero nunca antes la había oído chillar con semejante
desesperación y él, envalentonado, decidió que ir en su busca sería mejor que
acudir a los mayores.
La
encontró sentada en el suelo, aterrada. En su examen del terreno para localizar
el mejor escondite, la niña había llegado sin pretenderlo a la cabaña del “hombre
malo” -como parecían llamar a su inquilino-, quien por fortuna no estaba allí. Tenían
expresa prohibición de acercarse a aquella zona del bosque, si acaso no fueran
suficientes las historias de aquel lugar con que los adultos solían asustar a
los infantes de la aldea, a fin de motivarles a ser buenos bajo la amenaza de
la aparición del “hombre malo” si no lo eran. No era un sitio en el que
desearan estar y ambos sabían que no debían estar allí. Pero la infancia es
curiosa y a su llegada, lejos de huir, la niña había preferido echar un vistazo
a través de las minúsculas grietas de la madera que conformaba la parte baja de
la cabaña.
-¡Hay
un monstruo ahí! –dijo la niña inconsolable al ver a su amigo, a quien se
abrazó sabiéndose salvada. Pero de nuevo, la advertencia no hizo más que crear
en el pequeño una intriga que sólo sería satisfecha de una manera: tenía que
verlo con sus propios ojos. Ella intentó impedírselo, sin éxito.
Se
asomó lentamente, como quien no desea ser percibido, pero no fue capaz de
distinguir nada a través de aquellas ranuras; había muchos reflejos que le
confundían. ¿A qué se refería pues su compañera con “monstruo”? Allí no había
nada. Y entonces lo notó: las molestas luces del interior se movieron y lo que
había considerado en un primer momento algún artefacto brillante o simple sol
reflejado… ¡estaba vivo! ¡La luz estaba viva! Creyó distinguir una figura allá,
una mirada acá, destellos y más destellos… Todo era muy extraño, cierto; pero cayendo
en las potentes imaginaciones de los dos niños, se transformó en
fantasmagórico. No quiso ver más y volvió espantado junto a su amiga.
Y
corrieron y corrieron huyendo del mismísimo mal, dispuestos a contar a sus
mayores todo lo que sus ojos habían visto –o su mente había imaginado-.
KHEIDERON
ENERO 2013
viernes, 28 de septiembre de 2012
APERITIVO I
“La cacería”
El paisaje era encantador. Desde
donde estaban, podía contemplarse cómo la ladera de la montaña descendía con
suavidad hacia una espesa arboleda, en la que se escondían los varios arroyos
que componían la sinfonía natural del paraje, junto con piares de diversa
índole y rumores lejanos que completaban la visión. Pero el grupo de cazadores
que caminaba alerta no entendía de bellezas bucólicas. Más bien estaban
inmersos en un sigiloso rastreo que les conduciría –esperaban- hacia alguno de
los osos de montaña que moraban en el lugar, cuya carne y pieles eran
consideradas de una calidad sobresaliente. Aunque la aldea a la que pertenecían
poseía ganaderos capaces de cubrir con creces las necesidades cárnicas comunes,
debería de haber seguramente algún gran festejo en los próximos días, pues no
podía ser otro el motivo de aquellos hombres para ejecutar la alta caza: tenían
mucho respeto a los animales de la montaña y no acostumbraban a molestarles sin
una buena razón.
Unos pasos pesados captaron la
atención de los cazadores, pero todos supieron deducir que no estaban siendo
producidas por ningún oso; parecían pisadas humanas. ¿Alguien más cazando?
Ciertamente, no tenían razones para sentirse amenazados por otra persona, pues
aunque muchas eran las guerras en todo el mundo, ninguna les afectaba ni a
ellos ni a su aldea directamente. Sin embargo, se sintieron turbados: ¿qué
cazador sería tan torpe de hacer tanto ruido simplemente andando? Tardaron poco
tiempo en comprobar de quién se trataba.
Hacía ya varios meses que un
hombre había llegado a su poblado. Ni hablaba ni entendía la lengua de los
demás, por lo que vivía aislado y trataba de evitar cualquier connato de socialización
con su entorno. Era muy extraño y, si bien su aspecto no era desagradable, en
las escasas ocasiones en que habían cruzado mirada con él habían hallado unos
ojos que, por su dureza, en absoluto invitaban a la empatía. Y ahora estaba
allí arriba, con ellos, aunque descendiendo por un camino que transcurría a
pocos metros de distancia. También averiguaron que la razón de las estruendosas
pisadas no debía de ser otra que el efecto producido por el peso que
aparentemente llevaba a su espalda. El hombre caminaba despacio, portando un
saco que, de hecho, parecía pesado; así se reflejaba en su rostro. Tanto él
como su enorme bolsa estaban manchados de sangre. ¿Un animal muerto? Quizá,
aunque la imaginación de los cazadores que le contemplaban comenzó a funcionar;
sencillo y gratuito es especular sobre un hombre del que desconocen todo.
No se atrevieron a decirle nada, pues ya habían
aprendido que no era gustoso de las confraternizaciones. Sólo se limitaron a
observarle en silencio mientras se perdía en los bosques de abajo, momento que
aprovecharon para hacer todo tipo de comentarios que uno de ellos, con acierto,
paró a tiempo de retornar a su labor. Debían localizar y cazar al oso sin más
demora; para ello habían sido contratados.
KHEIDERON
ENERO 2013
sábado, 8 de septiembre de 2012
Muy pronto...
Cada vez queda menos para el 2013, punto de partida de esta historia. Pero, ¿a quien no le gusta picar antes de comer? Sólo cuatro serán los aperitivos de este relato, cuatro pinceladas del nuevo mundo que se mostrará ante nuestros ojos. ¡Bon apètit!
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