sábado, 1 de diciembre de 2012

APERITIVO IV


"Un último favor"

                A media tarde, los tres hombres ya tenían todo preparado para marchar, cuando acabara de caer el sol, hacia la capital del reino. Vivían en una especie de cuartel -habilitado para ello-, pues conformaban la seguridad de la aldea y carecían de casa propia. Todos los guardias del reino eran elegidos, distribuidos y capitaneados por su Majestad el Rey, dependiendo únicamente de él y de sus órdenes. Ningún poblado tenía derecho a elegir a sus protectores, algo que, como era de esperar, ocasionaba más de un incómodo altercado e, incluso, llegaba a incendiar de rabia los corazones más rencorosos. Pero estos tres guardias se habían sentido realmente afortunados al haber sido destinados a una aldea tan pacífica como aquella era, donde sólo las peleas esporádicas y algunos hurtos pequeños solían marcar el común de los días.
                Sin embargo, algo extraño comenzaba a agitar con mayor impaciencia el sosiego de los aldeanos: algunos vecinos habían desaparecido recientemente, e incluso el cadáver de un mensajero había sido hallado a la entrada de la aldea. Pero la orden para los guardias no dejaba margen a interpretación: en cuanto se ocultara el sol, habrían de ponerse en marcha sin demora, por mandato irrevocable del rey, abandonando cualquier cometido que les ocupara.

                A pesar de todo, el líder de la aldea no era de la misma opinión y se personó en el cuartel para tratar de retrasar el cumplimiento de la orden real un día más.
                -No podéis dejarnos indefensos ahora, al menos no hoy –hablaba así el cabeza de poblado al jefe de los tres, mientras éste aseguraba que les era imposible esperar-. Necesito que al alba de mañana me acompañéis a la cabaña de las afueras; algo me dice que ese hombre ha tenido que ver de algún modo tanto en la muerte del mensajero como en las desapariciones de hoy. ¿De verdad vais a abandonarnos a nuestra suerte ahora que mi aldea debe enfrentarse a una verdadera amenaza?
                Bien era cierto que el destino es caprichoso y la casualidad había hecho que ese día, precisamente el del repliegue de filas reales, hubiera estado delimitado por los primeros problemas potencialmente peligrosos a los que el poblado tendría que hacer frente; tan cierto como que la desobediencia a los mandatos del rey no era una opción. Parecía no caber posibilidad de acuerdo.

              El líder calló un instante para pensar, ante la rotunda negativa del guardia. Quizá sería mejor adelantar la visita a aquella misma noche: aunque nadie en su sano juicio querría acercarse a aquella cabaña en la oscuridad, la situación no daba tregua para esperar a que los guardias regresaran, y podría ser peligroso acudir sin escolta.
            Así pues, se dio maña para convencerles de retrasar tan sólo unas horas su partida, logrando así que accedieran a su petición. No obstante, no todo fue mérito del líder, pues buena intriga sentían los guardias hacia los recientes acontecimientos. Además, siempre habían querido hablar directamente con la temible bestia de Sherall.

KHEIDERON
ENERO 2013